FELIZ FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Hoy toda la familia Amor de Dios celebra a su Protectora, la Virgen María en el misterio de su Inmaculada Concepción. ¡Que grato es reunirse como familia alrededor de una Madre!

Es por ello que todos y cada uno de los miembros de nuestra familia son presentados a sus pies, como Madre, Protectora e Intercesora.

Compartimos con todos y todas, esta reflexión del Papa Benedicto XVI con motivo de la ofrenda floral ante la estatua de la Inmaculada Concepción, en la Plaza España, de Roma (año 2010). Estas palabras del Papa, nos ayudan a unirnos al sentido de la fiesta que celebramos, en este tiempo de Adviento.

En la Fiesta de la Inmaculada Concepción, cuando acudimos a ella en la oración. María nos aguarda con un mensaje.

Y ¿qué nos dice María? Nos habla con la Palabra de Dios, que se hizo carne en su seno. Su «mensaje» no es otro sino Jesús, él que es toda su vida. Gracias a él y por él ella es la Inmaculada. Y como el Hijo de Dios se hizo hombre por nosotros, también ella, su Madre, fue preservada del pecado por nosotros, por todos, como anticipación de la salvación de Dios para cada hombre. Así María nos dice que todos estamos llamados a abrirnos a la acción del Espíritu Santo para poder llegar a ser, en nuestro destino final, inmaculados, plena y definitivamente libres del mal. Nos lo dice con su misma santidad, con una mirada llena de esperanza y de compasión, que evoca palabras como estas: «No temas, hijo, Dios te quiere; te ama personalmente; pensó en ti antes de que vinieras al mundo y te llamó a la existencia para colmarte de amor y de vida; y por esto ha salido a tu encuentro, se ha hecho como tú, ha llegado a ser Jesús, Dios hombre, semejante en todo a ti, pero sin el pecado; se ha entregado por ti, hasta morir en la cruz, y así te ha dado una vida nueva, libre, santa e inmaculada» (cf. Ef 1, 3-5).

Cuando acudimos a María en la Fiesta de la Inmaculada Concepcion, ella nos mira con amor.

“Nos mira con el amor mismo del Padre y nos bendice. Aunque todos hablaran mal de nosotros, ella, la Madre, hablaría bien, porque su corazón inmaculado está sintonizado con la misericordia de Dios….Y los que, a los ojos del mundo, son los primeros, para Dios son los últimos; los que son pequeños, para Dios son grandes. La Madre nos mira como Dios la miró a ella, joven humilde de Nazaret, insignificante a los ojos del mundo, pero elegida y preciosa para Dios. Reconoce en cada uno la semejanza con su Hijo Jesús, aunque nosotros seamos tan diferentes. ¿Quién conoce mejor que ella el poder de la Gracia divina? ¿Quién sabe mejor que ella que nada es imposible a Dios, capaz incluso de sacar el bien del mal?...

… a los pies de María Inmaculada, una mujer de nuestro linaje, que dio a luz al Hijo de Dios y compartió toda su existencia con él… hoy nos dice: este es también tu destino, el vuestro, el destino de todos: ser santos como nuestro Padre, ser inmaculados como nuestro hermano Jesucristo, ser hijos amados, todos adoptados para formar una gran familia, sin fronteras de nacionalidad, de color, de lengua, porque existe un solo Dios, Padre de todo hombre.

¡Gracias, oh Madre Inmaculada, por estar siempre con nosotros!: conforta a los enfermos, alienta a los jóvenes, sostén a las familias. Infunde la fuerza para rechazar el mal, en todas sus formas, y elegir el bien, incluso cuando cuesta e implica ir contracorriente. Danos la alegría de sentirnos amados por Dios, bendecidos por él, predestinados a ser sus hijos”.

(Papa Benedicto XVI, Fiesta de la Inmaculada Concepción año 2010)

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